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No queda duda de que los “territorios compiten unos con otros, tanto para atraer la inversión directa extranjera (o externa) y por definir un papel productivo para sí mismos dentro de la división internacional del trabajo, sin ninguna seguridad de lograr tal papel. Tanto lo atractivo como la competitividad locales dependen de factores comunes similares, que no se encuentran solamente en la externalidades físicas, la accesibilidad o la calidad del ambiente, sino también en el capital relacional y la capacidad de aprendizaje que está demostrado por el territorio.” (R. Camagni, 2002-1)

En el pensamiento de R. Camagni (2002-1) la raíz de la competitividad vuelve a lo aprendido de las experiencias exitosas territoriales.

“Consideremos algunos aspectos nuevos y cualitativas del cuadro económico internacional actual: la creciente importancia de factores de conocimiento y de elementos inmateriales vinculados a la cultura, el gusto y la creatividad en los procesos económicos actuales y las características de lo que se podría llamar la función productiva de estos elementos y las formas de su acumulación. De hecho, estos elementos inmateriales se desarrollan a través de procesos lentos de aprendizaje, son alimentadospor la información, las relaciones, y la inversión permanente en la investigación y la educación (Amin, Wilkinson, 1999; Keeble, Wilkinson, 2000). Como todo proceso de aprendizaje, son fundamentalmente localizados y acumulativos, ya que se forman en el capital humano, las redes interpersonales, los mercados locales de mano de obra especializada y muy calificada y en los entornos locales e innovación. (Camagni, 1991; Lundvall, Johnson, 1994; Asheim, 1996).

A. Vazquez Barquero (2002) parece tener también una posición semejante, considerando que, “la competitividad de las empresas depende del funcionamiento de la red de instituciones que estructuran el entorno en el que las empresas están radicadas. Por ello tendrán más capacidad para competir aquellas ciudades y regiones que tienen un sistema de instituciones que les permite producir los bienes públicos y generar las relaciones de cooperación entre los actores, que impulsan el aprendizaje y la innovación. El desarrollo económico, por lo tanto, toma fuerzas en aquellos territorios que tienen un sistema institucional evolucionado y complejo. Por ello cuando las empresas están integradas en territorios caracterizados por redes densas de relaciones entre las empresas, las instituciones de formación y de investigación, las asociaciones de empresarios y los sindicatos, y los gobiernos locales, pueden utilizar más eficientemente los recursos disponibles y mejorar su competitividad. Las barreras al desarrollo aparecen, frecuentemente, como consecuencia de las carencias y mal funcionamiento de la red institucional, que dificultan el desarrollo de los procesos de crecimiento auto sostenido”.

La Unión Europea, según la experiencia del programa LEADER, implementado en las áreas marginales, presenta la noción del Capital Territorial, definido como “ el conjunto de los elementos a disposición del territorio, de carácter tanto material como inmaterial, que pueden constituir, de cierto modo, activos, y de otro, dificultades.

El capital territorial nos remite a los elementos constitutivos de la riqueza del territorio, (actividades, paisajes, patrimonio, conocimientos técnicos, etc.), en la perspectiva no de un inventario contable, sino de la búsqueda de las especificidades susceptibles de ponerse de relieve. En algunos territorios, por ejemplo, esto puede consistir en la recuperación específica de elementos en vías de abandono, cuya desaparición daría lugar a un anonimato aún más pronunciado.